martes, 28 de diciembre de 2010

Esta vez no eS una canción.


Esta vez no eS una canción. Se trata solamente de aquellos días en los que me proclamé buscadora infatigable de tesoros no escondidos. De tesoros que no ocupaban demasiado los bolsillos ni se podían comprar aún con todo el oro del mundo.

Así caminaba y me sorprendían al paso aquellas flores blancas. Eran pequeñas y de aspecto frágil. Todas juntas creaban una belleza especial que yo recogería y guardaría en mi cajita de los tesoros para siempre.

Así jugaba a hacer tierra finita en la inmensidad de aquel patio de la escuela hasta que un día decidiera probar también con agua. De la mezcla crearía una esfera de curvas suaves color chocolate que guardaría también en aquella sorprendente cajita.

Así observaba correr a aquella especie de animalito que habíamos bautizado mis
hermanas y yo como Bicho Bola. De los Bicho Bola me resultaba especialmente curiosa esa capacidad de protegerse ante una posible agresión convirtiéndose en una pequeña bola y rodar, rodar para escapar. En mi cajita de los tesoros también guardaría esos momentos y esa curiosidad.

Así buscaba la luz en la oscuridad de la noche. Y corría y corría al mágico encuentro de una luciérnaga que nos despertaba. El tesoro. Aquella maravilla. Aquella sonrisa alegre ante aquel descubrimiento también, también la guardaría.

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