Sentía un cosquilleo nervioso por toda aquella queja. Una flojera corporal, que apenas se aguantaba de pie, se aproximaba. Una carcajada camuflada en lágrimas que lloraban el descrédito, que chillaban la poca comprensión y giraban la cara a la ayuda prestada. Esta era la situación vivida y sentida...
... pero decidí. Tomé una decisión. Acordé conmigo misma bailar desde mi espacio, en mi trocito de cielo, poner la música adecuada y moverme. Expandirme ante el palabrerio malsonante e irrespetuoso que me había encogido demasiado. Y así, coordinando el equilibrio, me fuí dedicando poco a poco, lentamente, sin prisa... una gran dosis de caricias emocionales.
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