Aquella noche sin planes, un amigo me sorprendió con la idea de ir a ver un partido de Rugby. La verdad es que al principio me costó situar que él estuviera interesado en este tipo de deporte. Y yo, tampoco me imaginaba disfrutando de este juego que, de desconocido, resultaba bastante extravagante.
Paseando por las calles del centro de la ciudad enseguida llegamos al lugar. Era un garito con entrañas de madera, grandes ventanales de colores y un intenso sabor a cerveza. Descubrirlo fue como encontrarse un oasis en pleno desierto. Un oasis que, además, respiraba a diversidad.
Paseando por las calles del centro de la ciudad enseguida llegamos al lugar. Era un garito con entrañas de madera, grandes ventanales de colores y un intenso sabor a cerveza. Descubrirlo fue como encontrarse un oasis en pleno desierto. Un oasis que, además, respiraba a diversidad.
Se jugaba la final entre Inglaterra y Francia, o lo que era lo mismo, entre las Rosas Rojas y los Gallos. Parecía ser un partido importante, entre dos de los mejores equipos europeos. La gente de nuestro alrededor entendía muy bien qué estaba pasando. Por mi parte, y a pesar de las esmeradas explicaciones de mi amigo sobre las normas de juego, no fue hasta mediada la segunda parte que entre meleès y ensayos mi ignorancia iba siendo más sabia.
Y de esta manera empecé a entender que se trataba, antetodo, de un juego de villanos practicado por caballeros, donde el compañerismo, el respeto y el sacrificio personal para proteger a un compañero, eran valores esenciales para llevar a cabo un buen juego. Que cada equipo, formado por quince jugadores, podía apoyar el balón ovalado en el suelo con las manos sobre la línia de fondo y así conseguir un ensayo y cinco puntos en el marcador. Que también existía la opción de chutar el balón a una portería en forma de hache y si entraba entre los dos palos se podían conseguir, si no recuerdo mal, tres puntos más para el marcador...
Aquella noche y aquel plan me confirmaron una vez más que el día había valido la pena; que dormiría con la certeza de haber descubierto algo nuevo y que posiblemente soñaría con el triunfo de los Caballeros de la Rosa Roja.
Nunca te acostarás sin saber una cosa más ... (¿ igual te animas con eso del caso, las hombreras, mallas y demás ??)
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