Un cielo azul de mar se abría paso hacia la luz. Había decidido crear su propia geometría y adaptarse así al espacio, sin demasiada complicación.
Un paseo de contrastes que dibujaba formas en el tiempo. Las había de lineas ligeras y nuevas y también de formas que pesaban erosionadas de aguantar tanta historia. Todo cabía al milímetro.
Un antes y un después conviviendo ahora en armonía. Tras un puente de triángulos imposibles y un pasillo de paredes rectangulares se escondía ella. Una torre octogonal de bastos ladrillos ocupaba su lugar y saludaba majestuosa y elegante a los transeúntes que caminábamos despistados.
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