La cajita misteriosa
Era una preciosa tarde de verano y faltaban unos minutos para que Sofía, la maestra lechuza, abriera la puerta de la escuela y diera la bienvenida, uno por uno, a sus alumnos.
Pero algo raro pasaba, porque se oían muchos gritos:
-¡La he visto yo!
-¡No, la he visto yo antes!
-Pero bueno, ¿qué sucede? ¿A qué viene tanto alboroto? -preguntó Sofía.
-¡Sofía, mira lo que hemos encontrado!-dijeron.
Sofía se acercó y vio entre los matorrales una cajita que brillaba como el Sol.
-¿Qué habrá dentro?-preguntó la hormiga Kira.
-¿De quién será?-dijo Susi, la lombriz.
-A lo mejor es un regalo para ti, Sofía -añadió el ratón Lirón.
-¿Por qué no la abrimos de una vez? -dijo Melisa, impaciente.
-Bueno, creo que es mejor entrar en clase -dijo Sofía-, y luego decidiremos qué hacer con la caja.
Uno a uno entraron, y Sofía puso la cajita con mucho cuidado encima de su mesa.
-Y ahora, ¿queréis que la abra o no? -preguntó a sus alumnos.
-¡Síiiiiiii! -gritaron unos cuantos.
-¡Noooooo! -gritaron otros.
De pronto se hizo un gran silencio hasta que Lirón dijo:
-Pues yo no me voy a ir de la clase sin saber lo que hay dentro de la caja. Yo pienso que debemos abrirla. ¿Alguién está de acuerdo conmigo?
Tímidamente, Susi levantó la mano, también las trillizas y Melisa, pero el resto de los compañeros no estaban muy convencidos.
-¿Y si dentro hay un monstruo o aparece algo que nos asuste? -dijo Kira-. Yo no quiero pasar miedo. además, la caja no es nuestra. Yo pienso que debemos dejarla donde estaba. ¿Alguien está de acuerdo conmigo?
El osito Bubi, la ardilla Colín y Lucy, la luciérnaga, levantaron la mano, pero los demás les dijeron:
-¡No os atrevéis! ¡Sois unos cobardes!
-¡Eh! ¡Un momento! -dijo Sofía-. Nadie debe insultar a nadie; cada uno tiene derecho a decidir lo que quiera. ¿No hemos comentado esto ya muchas veces?
-Sí, sí, estoy de acuerdo, Sofía. Pero podemos abrirla y a lo mejor así descubrimos quién es el dueño y se la podemos devolver -dijo la mariposa Melisa.
-¡Sí! ¡Sí! ¡Hagamos eso! ¡Es una gran idea!
Sofía miró a cada uno de sus alumnos y les fue preguntando si estaban de acuerdo, y cuando todos aceptaron la decisión, unos más animados que otros, levantó la tapa muy despacito y...
-¡Oooooh! ¡Qué bonito!
La caja estaba forrada de terciopelo rojo y en su interior resplandecía un precioso anillo de oro.
-Bueno, ahora que sabemos que es algo muy valioso, deberíamos buscar a su dueño, ¿no os parece? -preguntó Sofía.
-¿Y por qué no nos lo quedamos? Lo hemos encontrado nosotros -dijo la ardilla Coliroja.
-A ver- añadió Sofía-, ¿a quién le parece bien que nos quedemos con el anillo?
Solo dos manos se levantaron.
-¿Y a quién le parece bien que busquemos a su dueño?
Sofía sonrió al ver tantas manos levantadas y dijo:
-Es necesario aprender a tomar decisiones, y me alegra mucho ver que casi todos habéis tomado la decisión adecuada.
¿Cómo os sentiríais si el anillo fuera vuestro y lo hubierais perdido?
El ratón Lirón levantó la mano y dijo:
-Mis padres me enseñaron a tomar decisiones desde pequeño; a veces lo hacía bien y otras veces no, pero aprendí a pensar.
La hormiga Kira levantó la mano y dijo:
-Pues en el hormiguero siempre me decían lo que tenía que hacer y muy pocas veces me dejaron decidir.
El osito Bubi añadió:
-Mi padre me deja elegir alguna vez la ropa o el color de mi mochila, pero otras cosas no.
-Pues mis padres me dicen que tengo que aprender a obedecer, que soy muy pequeña para decidir -dijo la ardilla Coliroja.
Sofía decidió intervenir:
-Claro que tus padres tienen razón, Coliroja. Es muy importante aprender a obedecer, aunque el padre de Bubi y los padres de Lirón también la tienen, pues cuando seáis mayores tendréis que decidir muchas cosas, y es mejor aprender desde pequeños.
Pero la historia no podía terminar así, pues faltaba encontrar al dueño del anillo. Preguntaron a unos y a otros, hasta que el zorro Benito, avergonzado y rojo como un tomate, confesó que era suyo.
-Gracias por devolverme el anillo. Es un regalo para Bertina, mi novia, aunque nadie sabe que salimos juntos. Iba a buscarla y se me debió de caer del bolsillo. ¡Menudo disgusto tenía!
-¡Enhorabuena, Benito! -le dijeron todos mientras le aplaudían.
Y el aplauso de Sofía fue también para sus alumnos por haber tomado aquella tarde la decisión más adecuada.
Se acabó la clase y cada uno se fue a su casa pensando qué hubiera pasado si Benito no llega a recuperar su anillo, ¡con lo que tuvo que ahorrar para comprarlo! Pero todos estaban muy contentos, pues gracias a ellos Benito pudo dar a Bertina su regalo de compromiso.
Begoña Ibarrola. Cuentos para educar niños felices.
- Os ha gustado? -dijo la maestra a la clase.
El despertar del silencio se hacía evidente. Las opiniones se desperezaban y levantaban la mano.
A todas la pequeñas y grandes ideas,
que se presentan todos los días
en todas las aulas de cualquier escuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario