Al Bailarín...
la vida le estaba diciendo que NO.
Darse cuenta, sencillamente, era cuestión de tiempo.
NADA MÁS.
Era un NO grande a TODO lo que no quería en su vida. Y lo bailaba. Sin disimulo y con descaro, presumiendo de aquellas únicas dos letras que, leídas al revés, le animaban a seguir el ritmo. Un ritmo lento y pausado pero firme.
Y lo bailaba. Con entusiasmo y bien abierto, dando gracias por haberla conocido, a la palabra, la coreografiaba. Un paso pequeño hacia delante, otro enérgico hacia atrás, una pirueta circular y unos cuantos saltos en vertical le reafirmaban en su NO.
NO, a no respetarse. NO, a no quererse. NO, a no sentirse querido. NO, a no ilusionarse. NO, a no mimarse. NO, a TODOS estos NO! Y los bailaba, a estos eternos NO, despacio pero seguro. Uno a uno, paso a paso, casi sin espacio... pero los bailaba!
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